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ElTangata Manu u Hombre pájaro
El ritual del Tangata Manu u Hombre pájaro es un aspecto central de la cultura Rapa Nui. Los Rapa Nui estaban divididos en diferentes clanes que habitaban en distintas partes de la isla.
Probablemente hartos de guerrear, llegaron a una entente sobre cómo repartirse el poder de una manera que todos aceptasen: mediante una competición anual a la que cada clan presentaba su mejor competidor. Quien ganaba, regía la isla por un año. La competición era muy peligrosa y, a menudo, mortal.
En la zona de Orongo los Rapa Nui erigieron una especie de viviendas donde se aposentaban los jerifaltes y los jóvenes elegidos para representar a cada clan.
El objetivo principal era conseguir el primer huevo de un tāhoro (gaviotín) o del manutara (gaviota de la isla), un tipo de ave que anidaba en los acantilados de la isla de Motu Nui, la pequeña isla situada al sur de la Isla de Pascua. Este evento se llevaba a cabo cada año, generalmente entre los meses de noviembre a febrero, en una época determinada por las aves para la puesta de huevos.
Los participantes debían nadar desde la costa de la isla de Pascua hasta Motu Nui, lo que ya era un desafío peligroso debido a las fuertes corrientes oceánicas. Una vez en la isla, los competidores trepaban los acantilados, a menudo usando cuerda y otras herramientas rudimentarias, y debían tomar un huevo -cualquiera- sin dañarlo. El primero en regresar a la isla de Pascua con el huevo intacto -nadando y trepando de vuelta- era proclamado el Tangata Manu, el Hombre Pájaro, y su clan reinaba hasta la siguiente ceremonia.
Huelga decir que la competición se ejecutaba bajo las reglas universales del «vale tudo«, así que era una mezcla entre la rapidez de ir y volver, y la destreza en tirarle cascotes en la cabeza a los adversarios, o cortarles la cuerda que los salvaba de despeñarse. Sólo puede quedar uno.
El milagro del Maunga Terevaka: incendios y eucaliptos
Los noruegos tienen un reconocido espíritu explorador. Roald Amundsen fue un excelso explorador -máximo exponente de la llamada Era de los exploradores heroicos de la Antártida-, ganador de la celebérrima carrera por la conquista del Polo Sur (frente al británico Robert Scott), y también el primero en navegar por el Paso del Noroeste (1903-1906), una ruta que conectaba el Atlántico y el Pacífico a través del Ártico canadiense.
A mí -que tengo un termostato tropical- me da que es porque vivir rodeado de tanto frío 🥶 tiene que ponerte las pilas para salir de ahí cuanto antes 😅. El caso es que mis dos amigos noruegos, honrando ese espíritu aventurero, me comentaron que querían subir hasta el punto más alto de la isla y verla en derredor. Es decir, trepar a la cima del volcán Maunga Terevaka, en el noroeste de la isla. Ellos son de Trondheim y claro, si lo buscas en el google maps, ves que está rodeado de montañas noruegas, poca broma. Calcularon que nos llevaría unas dos horas el subir y bajar, así que durante nuestra excursión por la mañana nos reservamos una botellita de agua pequeña, y nos dispusimos a subir por la tarde, ya después de comer unos sandwiches. Era primavera-verano austral, el día estaba soleado, íbamos con sandalias y no echamos ni un mísero phoskito en la mochila para comer algo. Total, para lo que nos iba a llevar, pa qué.
Así que aparcamos el Jeep que yo tenía alquilado en el lugar que estimamos más cercano al volcán usando un mapa chungo de esos turísticos de tamaño cuartilla donde –a grosso modo– se representaban los puntos de interés de la isla. Como es estrecha y rústica, la carretera no tiene un arcén propiamente dicho. Al tener ya el coche lleno de pertenencias esturreadas -mochilas, comida, utensilios, etc.- pues lo metí en un entrante de camino un poquito más alejado de la carretera, ya dentro del bosque de eucaliptos que domina todo el terreno en esa zona. Están tan crecidos y frondosos que se ve poco cielo a través de las copas. Y comenzamos a andar.
Conforme subíamos de altura la vegetación cambió y los eucaliptos dieron paso a una zona de hierba alta y matojos. Los animales se veían a lo lejos sueltos y pastando, y todo era una estampa bucólica y apacible.
En una de esas miradas hacia atrás para recordar puntos de referencia visuales -y así poder volver para encontrar el coche-, vemos que sale humo de un lugar en el Este de la isla. A algún despistado se le fue la mano con la barbacoa, seguro. En fin, qué más da, seguimos para arriba.
Las fotos que posteo no hacen justicia de lo que aconteció a continuación. Por un lado, dejé de hacer fotos porque la situación nos exigía nuestra concentración. Por otro lado, es el año 2007. Con una cámara compacta de la época, al intentar hacer fotos nocturnas a lo lejos -y sin trípode-, pues no se ve un pomo. Y, finalmente, en alguna de las fotos mis compañeros son reconocibles, así que por respeto, tampoco las voy a publicar. Por tanto, no hay documento gráfico que atestigüe lo que voy a contar, aunque sí está en la memoria de la gente que participamos en el performance- y también en los testigos a 2000 Km. de distancia 😅. Pero lo de la señora que nos salvó el culo lo tengo que contar para la posteridad. Ladrillo infumable a continuación, quedáis advertidos.
Cuando ya veíamos que la cima estaba casi ahí, miramos otra vez para atrás y vemos que el fuego no sólo no se ha extinguido, sino que ha crecido en extensión. Y que se ha desplazado más hacia el Oeste (hacia nuestra posición). Nos preguntamos por el coche, claro, a ver si el fuego lo iba a alcanzar. En ese mini-cónclave de 3, los noruegos ganaron porque claro, yo de noruego no hablo ni mijita y, por otro lado, el coche lo había alquilado yo, no ellos. Así que el nivel de preocupación no estaba igualmente repartido 😅. Siendo la isla tan chica, estábamos seguros de que el humo se había tenido que ver ya desde la ciudad Hanga Roa, y ya estarían los bomberos trabajando en extinguirlo. Así que entre volverme yo solo sobre mis pasos y, quien sabe, adentrarme en el fuego, o quedarme con ellos y culminar la ascensión, pues los tres reanudamos nuestro camino hacia la cima 🤷🏻. Por cierto, que los cálculos de aquí los amigos estaban un poco desviados. Ya estaba anocheciendo rápidamente y aún quedaba trecho.
Al llegar a la cima, estábamos contentos por haber culminado el reto. Y fuimos tan guays que pusimos nuestra piedrecita encima del montoncito y todo. Si llega a existir Instagram en la época, partimos la pana. Unos fenómenos, lo que yo te diga.
Pero una vez pasada la euforia, la realidad se asienta: estábamos en lo alto de un volcán, en una isla prácticamente desierta -recordad que el 99% de la población se concentra en Hanga Roa, a unos 10 Km. de distancia-, noche cerrada, sin agua, sin comida, sin linternas, y con un incendio forestal que, ahora sí, estaba acercándose rápidamente al coche. ¡Ah! Una última cosa: ¿¿¿podríais ubicar los puntos de referencia visuales en una noche cerrada en un terreno que es la primera vez que pisáis??? ¡¡¡Pues nosotros tampoco!!! Ajjajaj 🫣
Al darnos cuenta de que el incendio ya tenía dimensiones pavorosas -el tamaño se podía ver por la luz y el humo que desprendía en contraste con la noche- de pronto nos preocupamos ya no por el coche -bueno, yo sí, claro, que me lo iban a hacer apoquinar- sino ¡por el bosque en si! ¡Que se iba a calcinar entero! Y claramente los bomberos no habían acudido a apagar el fuego, así que en otro minicónclave decidimos intentar llamar al Servicio de Bomberos de Rapa Nui y avisarles de lo que estaba pasando. Así salvábamos el bosque, con un poco de suerte el coche, y tendríamos a alguien alrededor cuando lográsemos llegar -ya veríamos cómo- a la carretera.
De nuevo, es el año 2007. Nuestros teléfonos, milagrosamente, tienen cobertura. Pero es cobertura 2G -sólo GSM, sólo voz, sólo SMS, Y SIN DATOS-. Así que no podíamos usar aquel rústico navegador WAP de nuestros Nokia y Siemens ladrillo. Sólo voz y SMS… ¿Cómo averiguar el número de teléfono de los bomberos de Rapa Nui? ¡¡¡Es muy urgente y muy importante!!!.
Pues la lógica nos dice que necesitamos comunicarnos con alguien que tenga acceso a internet, que nos busque el teléfono, y que nos lo dé para que nosotros podamos llamar y explicar la gravedad del asunto. Así que estos compis noruegos se pusieron a llamar a Noruega, pero con quien lograron hablar no les pudo dar el dato -por alguna razón que no logro recordar-. Así que me toca a mí y, por supuesto, opto por llamar a mi hermano no-de-sangre RMC, que dado el desfase horario entre Rapa Nui y Europa, a esas horas estaba ya durmiendo plácidamente en Córdoba. Cuando al pobre mío lo despierto y le pido que me busque en internet el dato, me contesta que él no tiene internet ni en el teléfono ni en la casa; que sólo lo tiene en la tienda, y que sintiéndolo mucho, no va a ir a las 2 de la mañana en medio de una noche de invierno septentrional a abrir la tienda a buscar un número de teléfono de los bomberos de Rapa Nui. Que como broma, era muy original, pero que si esto era verdad, se me había ido completamente la olla ya 😂. Hey Tini, perdona mijo. Mi cabeza que estaba fatal… 🙄
Total, que con el mapa chungo calculamos más o menos por dónde debería estar el coche y nos pusimos a descender y ya cuando nos encontrásemos con el fuego pues veríamos qué haríamos. El vikingo jefe se puso delante y claro, esta gente vive con nieve perenne 10 meses al año, con todas las huellas quedando marcadas en la nieve cuando se van de excursión. Pero esto es otra pantalla del videojuego, ¡hierba y de noche!. Cualquiera sabe hacia dónde nos estábamos dirigiendo 🙃. Como no teníamos linternas, andábamos literalmente a oscuras por los matojos y las hierbas. Sabíamos que al subir no habíamos pasado por ningún accidente orográfico -un socavón, un hoyo, un barranco, nada-, así que íbamos con tiento, pero seguíamos avanzando. Cuando en la penumbra vislumbrábamos algo raro, usábamos la luz de los móviles. Pero no como linterna, no, que esa funcionalidad NO EXISTIA por entonces 😅. ¡Le echábamos una foto con FLASH! Así que nos parábamos delante, decíamos ¡1,2,3! y teníamos los tres que mirar muy concentrados a ver qué veíamos delante de nosotros 😂. Imaginaos que un flash de aquel entonces podría iluminar 5 o 6 metros como muchísimo. No es broma. Mae mía. Podíamos haber metido el tobillo en cualquier hoyo cubierto por la hierba. Qué suerte tuvimos.
Pero claro, nosotros no éramos los únicos seres vivos alrededor que estábamos asustados con el incendio. ¿Os acordáis de aquellos caballos salvajes que pastaban plácidamente? Pues ya se estaban acercando a nosotros dirigiéndose hacia el Oeste. Y como ellos, el resto de animales, claro. Y, aquí viene lo terrorífico, perros. Se oían los perros ladrar a lo lejos. Nosotros apretamos cada vez más el paso y nos acercamos al borde del bosque los eucaliptos, que ya se veía por detrás que estaba ardiendo en la dirección en la que queríamos avanzar, haciendo una especie de U invertida. Desesperados, nos pusimos a mirar el mapa chungo y vimos que había un camino bastante más al este que atravesaba el bosque hasta llegar a la carretera. Era un desvío de varios Km., pero como el incendio estaba avanzando en forma de U invertida, si nos adentrábamos en el bosque nos podía rodear. La otra opción era volver hacia la cima del volcán y buscar cobijo para pasar la noche, porque como os he comentado antes, la ladera era inclinada pero plana y los animales estaban corriendo de un lado a otro alrededor de nosotros. Así que el fuego no nos iba a afectar, pero la perspectiva de ser atropellado por un caballo o acorralado por los perros no era muy halagüeña. Teníamos que darnos prisa en llegar al camino antes de que el extremo sur del fuego cortase el trayecto. Así que ahora sí, nos pusimos a andar a marcha (más) rápida. Ya el susto era más susto, y ya no éramos tan guays.
Ya habían pasado como 4 o 5 horas desde que empezamos a caminar. Y logramos alcanzar el camino bastante antes de que llegase el fuego. Así que todo relativamente bien; aunque estábamos a varios Km. de distancia del coche, este camino desembocaba en la carretera, así que sólo era cuestión de andar. Y a ver qué nos encontrábamos al llegar al coche. Pero claro, las alegrías duran poco en casa del pobre. Al principio alejados, pero luego claramente más cerca, volvimos a oír a los perros salvajes de antes -u otros, quién sabe- que probablemente estaban sobre el mismo camino o en sus márgenes. Eso claramente era un problema, y como no podíamos refugiarnos en ningún sitio, pues nos pusimos a trotar, después de toda la que llevábamos encima, para intentar llegar a la carretera lo antes posible; aunque ya en el camino, estábamos aún en medio de un tupido bosque de eucaliptos. Y aquí ya si que había acojone galopante -nunca mejor dicho-. ¿Agua?¿A quien le queda agua?.
Tras unos minutos de trote, y sin saber ni cuánto llevábamos recorrido ni cuánto faltaba, ocurrió la primera parte de un milagro: nos encontramos con la verja metálica de una casa que estaba aislada, allí en medio de la nada, en un margen del camino. Lo hablamos entre nosotros y, dado que el tema canino nos tenía a los tres nuestros testículos subidos explorando el duodeno, decidimos pedir ayuda. Así que a voz en grito: ¡Hola! ¡Ayuda! ¡Help! ¡sdiynkdugnljflj! (o como leches sea que se diga «échame una mano primo» en Noruego). Y la puerta de la casa se abrió y, a la luz del fanal que se encendió en el porche, apareció la versión Maorí de un luchador de sumo -en camiseta de tirantes blanca. El nombre de aquel tipo traducido del Rapa Nui tenía que ser «Montaña Man» por lo menos. Se nos acercó -aunque dejando distancia a la verja- y le explicamos lo que nos había pasado. Que estábamos perdidos, que venía una jauría de perros detrás de nosotros, y que nuestro coche podría estar quemado ya en algún lugar en medio del incendio. El tipo ni se inmutó. Yo supongo que no sería muy habitual encontrarse a tres guiris destrozaítos en la verja de su casa en medio de la noche e implorando ayuda, pero nos dijo que p’alante estaba la carretera y que no nos quedaba casi nada para llegar al cruce. Un darwinista de pro, el andoba. Le pedimos que nos rellenase las botellas de agua, lo cual hizo, y se despidió entrando de nuevo a su casa y dejándonos sumidos en la oscuridad y el silencio. ¿He dicho silencio?.
A los 20 segundos de entrar el hombre para su casa, y cuando ya nos habíamos dado la vuelta y nos preparábamos para reanudar el trote, ocurrió la segunda parte del milagro: se oyó el hipogrito huracanado femenino más celestial que jamás he escuchado. La mujer de la casa empezó a gritarle a aquella montaña de hombre a un volumen que los perros seguro que se dieron media vuelta despavoridos. La «charla» duró unos 30 segundos, y nosotros no nos movimos de donde estábamos. La puerta se volvió a abrir, y el hombre volvió a salir y se dirigió hacia la verja donde estábamos. Nos dijo que nos llevaría, que saltásemos a la plataforma de su pick-up. Encima de la cabina del conductor tenía un soporte de esos para poner focos de luz potentes y ahí que nos agarramos mientras nos llevaba a todo meter hasta el coche. Tengo una foto-selfie de nosotros tres agarrados a esa barra que es la felicidad personificada. Mil gracias, tanto al señor que nos llevó, como a la señora que lo metió en vereda ipso facto. Montaña man no le duró ni medio asalto.
El coche estaba intacto, el incendio no había llegado a esta parte de la carretera. Así que agotados pero a salvo, salimos zumbando a buscar la estación de bomberos de Hanga Roa para avisarles del desastre medioambiental que estaba ocurriendo para que saliesen corriendo a apagar el fuego. Y allí que llegamos. Como tres gilipollas.
El Gran Wyoming solía decir en ese estupendísimo programa «Caiga Quien Caiga«: «todo encaja como un puzzle sideral». Resulta que se dió una confluencia de varios aspectos comentados en entradas anteriores. Por un lado, la isla se divide en parcelas -la mayoría sin delimitación- entre los miembros del pueblo Rapa Nui. Y dentro de ellas, son soberanos. Por otro lado, aún observan técnicas de cultivo obsoletas, como la quema de rastrojos. Y por otro, los eucaliptos. Sí. Los eucaliptos. Resulta que a los eucaliptos, cuando ya están grandes y maduros, no les afecta el fuego de forma grave. Se queman, si, pero sólo en el exterior, y es de alguna forma beneficioso, por que el fuego sí que quema los matojos que tienen alrededor y que compiten con ellos por los nutrientes.
Así que ese día aparentemente no sé quién había decidido quemar rastrojos en el lugar del origen del incendio. Como nadie vive fuera del pueblo, y como las «parcelas» son, en realidad, terreno con eucaliptos plantados que son «inmunes» al fuego, pues nadie le echa cuentas. Y menos los bomberos, que tampoco hay tantos, y tienen un camión -bueno, una furgoneta grande más bien-, que se reservan para resolver un problema real que acontezca en la ciudad, no algo que ocurre con cierta frecuencia en la isla y que es por todos conocido.
Bueno, por todos conocido menos de lo tres urbanitas inconscientes pero ecologetas de pegatina intentando salvar el mundo. Cuando nadie pedía ser salvado 🤨. Los guiris a arreglar los problemas que sólo los guiris vemos.
Cuando por fin llegué al hotel Chez Joseph, Joseph estaba muy preocupado. Ya era muy tarde y había intentado localizarme -en Hanga Roa no hay más de 3 sitios a los que ir por la noche y ya estaba todo cerrado. Imaginaos, 7000 personas es la población estable, un barrio chico. Allí se conocen todo dios, y cada uno nos tienen localizados a los turistas en caso de necesidad. Pero ni yo ni su Jeep habíamos estado a la vista.
La charla que me dio llegó hasta lo que le permitió la relación con su cliente -que era yo. Le agradecí la preocupación porque, claramente, lo que hicimos fue inusual y, más importante, inapropiado.
Al día siguiente nos dolía todo y nos quedamos en el pueblo ganduleando. Por la noche me llevaron a un pub de «locales», en un puerto de pescadores un poco alejado de la zona turística. Allí conocí a un español, malagueño creo recordar, que se convirtió inmediatamente en mi ídolo: vivía él sólo en un barco tipo Catalina (un mástil) y, como el periodo legal de visita en los países es 90 días, se la pasaba circulando entre Rapa Nui, Islas Galápagos, Islas Cook y Hawaii. Contando con los días que empleaba navegando entre isla e isla, nunca sobrepasaba el límite legal en cada país. Yo no sé si fue una bacilada sideral la que se pegó conmigo, pero son de esas cosas que a uno le hace pensar, ¿verdad?.
Me despedí de mis compis noruegos y retorné a Santiago de Chile. Ellos seguían hacia Vanuatu, a disfrutar de sus playas. Buena gente, mantuve el contacto con el bueno de ET (ésas son sus iniciales reales) por muchos años. Teniendo en cuenta lo mal que yo hablaba inglés por aquel entonces, hicieron un gran esfuerzo para que nos pudiésemos entender. Siempre recordaré aquellas extraordinariamente grandes pupilas negras con las que me miraban. ¡Vaya viaje bueno que se pegaron rodeados de Moais! 🗿 ¡Tuvo que ser antológico! 🤣
Rapa Nui, qué fascinante lugar.
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