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Tras un sueño reparador, una nueva etapa se abría ante mi. El trayecto hasta O Pedrouzo no debía presentar mayor dificultad, comparado con lo que ya había dejado atrás. Mis amigos que hicieron el peregrinaje el año previo me dijeron que O Pedrouzo era un pueblo donde la gente ya estaba más de fiesta después de haberse conocido en las etapas anteriores y que, como era la última noche antes de llegar a Santiago de Compostela, la farra estaba garantizada. Así que prudente yo, decidí reservar antes de salir una habitación «de rico» en un hostal de O Pedrouzo, por si acaso me encontraba la marabunta empepinada al llegar al pueblo.
Habitación de rico, para los ajenos al lingo caminero, significa «habitación privada». Si tiene baño propio ya es como el Taj Mahal del Camino. Estar a salvo de ronquidos y de gente que se levanta haciendo ruido a las 5 de la mañana es un triunfo. De vez en cuando hay que darse una noche de ricos donde recuperar.
Desperté temprano, aún de noche, probablemente ayudado por los ruidos a los que mi compañero de litera, un jovencito japonés/coreano -no me da para distinguirles fisionómicamente- con indumentaria de rapero de los 90, contribuyó. Y ya que estaba despierto, pues a aprovechar y salir temprano. Todavía de noche.
Arzúa no es muy grande pero es pintoresco. Supongo que, siendo un paisano, ver pasar cada año a miles y miles de personas procedentes de los lugares más recónditos del mundo te anestesia para sorprenderte de la condición humana. Al cabo de un tiempo lo has visto todo.
La «Praza do Galiza» estaba adornada de esta guisa. Otra calles colindantes también. Se ve bonito, pero puestos a hacer una feria los farolillos de Alvear/Fino la Ina tampoco quedan tan mal.
Al salir de Arzúa el Camino se convierte en una gran cuesta descendente que luego -¡ay amigo!- hay que volver a subir. Los campos labrados a uno y otro lado de la ruta regalan vistas envueltas en la bruma mañanera.
La ruta de los peregrinos ciclistas no es exactamente igual que la ruta de los peregrinos viandantes, pero se comparten muchos tramos. A los caminantes no les hace mucha gracia compartir la ruta con los ciclistas porque estos suelen ir a todo trapo en tramos incluso estrechos, y entre los viandantes hay personas ya de avanzada edad que se sobrecogen al ser rebasadas a gran velocidad por los ciclistas. Así que cuando hay cuesta descendente, los caminantes chiflan para advertir que viene un ciclista y, no en pocas ocasiones, reclaman a los ciclistas que vayan más despacio y con cuidado. Al subir cuestas escarpadas los ciclistas ya no son tan fieros.
El trayecto está jalonado de hayedos y olmedos, donde las enredaderas se han apoderado, en un equilibrio simbiótico, de los troncos de esos majestuosos árboles. Los bosques están sumidos en penumbra por lo tupido de las arboledas.
La bruma está presente en el Camino aún bien entrada la mañana. Me recuerda a ese fabuloso tema, «The mist covered mountains», de Mark Knopfler para la banda sonora de esa película de culto que es «Local Hero». Como es música de raíces gaélicas, y realmente la bruma cubría las montañas, creo que encaja perfectamente aquí. Música evocadora de parajes cuyo frondoso verde no exime de una sensación de soledad y recogimiento.
A lo largo del camino hay diversos altares más o menos formales donde la gente ha ido añadiendo su huella a lo largo del tiempo. Pueden ser recovecos en una roca, o un apoyo más ancho de lo normal en un pilote del camino. Todo vale para poner una roca, o escribir una firma, o dejar una estampita.
El Camino también tiene una parte lúdica bastante notable. Este bar Tía Dolores visibiliza que hay otro tipo de actividades con las que los peregrinos compensan los sacrificios del camino.
El Camino está usualmente bien señalizado. Sólo hay que seguir las flechas amarillas que se encuentran frecuentemente a lo largo del trazado y principalmente en cada cruce de caminos. Si uno está cierto tiempo prudencial sin ver flechas, tiene toda la pinta de haberse perdido.
La Compostela es un trozo de papel grueso doblado en varias partes con el que los peregrinos acreditan haber realizado el Camino, y cuya finalidad es que al final del Camino te expidan la certificación de peregrino una vez comprueben que has recorrido un mínimo de Km. del Camino. Para acreditar su trayecto, los peregrinos van imprimiendo sellos de los lugares por los que van pasando. Prácticamente todos los establecimientos a lo largo del camino tienen su propio sello, huelga decir de los lugares de culto religioso como iglesias, ermitas y monasterios. El peregrino los va coleccionando como pruebas fehacientes de que estuvo allí en la fecha en la que recibe el sello. Se pide acreditar dos sellos por día, aunque para los que empezamos el Camino a tan exigua distancia de Santiago (~115 Km.) nos queda mucho espacio libre para rellenar, por lo que nos vamos parando según nos apetezca para obtener el sello de esta iglesia o de este restaurante. También hay gente que se saca su mesa de camping al Camino y tienen su propio sello y piden la voluntad por sellar la Compostela.
La Guardia Civil también tiene furgonetas itinerantes que sitúan a lo largo del Camino y en las que sellan las Compostelas. Es muy simpático y me parece muy buena idea para dar una sensación de seguridad al peregrino. En una ocasión, tras sellar en una furgoneta de la Guardia Civil, reanudé el andar con un rumbo que creí era el correcto -tampoco lo pensé mucho, había una calle ahí al lado y p’alante-. Tres chicas fueron corriendo detrás de mí para advertirme que iba en dirección equivocada. Gracias porque si no me avisan igual aparezco en Kentucky. Me las encontré después en un restaurante en Santiago de Compostela y pude agradecerles de nuevo su atención conmigo. Gente que no te conoce de nada y te ayudan sin que tu sepas en ese momento que necesitas ayuda 💕
Poco antes de llegar a O Pedrouzo un gaitero me regaló una estampa bucólica del Camino: el quejido de la gaita según se avanza por los bosques gallegos en pos de llegar a Santiago.
En O Pedrouzo no había tanta fiesta aquel día. El pueblo había sido tomado por una excursión de uno -o varios- institutos de enseñanzas medias y habían alquilado la totalidad de un par de establecimientos para poder dar servicio a todos los alumnos. De todas formas pude cenar tranquilamente y alternar con un par de comensales en la mesa de al lado que también eran peregrinos. El día cerraba con algo de llovizna -la Borrasca Aitor ya se cernía sobre nosotros- pero hasta el momento el clima había sido benevolente conmigo: mayoría de días soleados y con buena temperatura. Un escenario propicio para andar 20+ Km. cada día. Una gozada.
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