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El gran día. Llegar a Santiago. Entrar en la Catedral. Ver volar el Botafumeiro. Abrazar al Apóstol.
El trayecto hasta Santiago no es el más largo, pero aún presenta algunos desniveles pronunciados. El cielo se había cubierto la noche anterior y era previsible que lloviese copiosamente durante el día. Lo cual no es una sorpresa, al fin y al cabo esto es Galicia, y Santiago de Compostela es la ciudad de España más lluviosa en promedio (esto me lo chivó mi madre que se lo sabe de jugar al Trivial). Así que si vienes al Camino, es probable que alguna mojada -o más de una- te lleves.
Con la lluvia, quién sabe cuánto tardaría en llegar a la Catedral de Santiago. La misa del peregrino es a las 12:00, pero hay que llegar antes para hacer cola y poder entrar. Las puertas se cierran cuando el aforo de la Catedral -que es bien grande- está completo. Así que debía llegar razonablemente temprano y también contemplar que ocurriese algún contratiempo que me retrasara. A las 6 de la mañana en planta, pues.
El comienzo en O Pedrouzo fue sencillamente espectacular: noche cerrada, y grupos de peregrinos que marchaban a un muy buen ritmo en medio de la oscuridad, con los frontales encendidos. La estampa era preciosa: haces de luz brillante espaciados que rompían el negro nocturno e iluminaban los troncos y copas de los árboles a su paso. La serpiente de luz se movia a lo lejos negociando las curvas del camino.
Durante el día, el ajetreo constante de la miríada de peregrinos debe provocar que los animales salvajes se alejen de la ruta. Pero por la noche, considerando que durante un buen rato estuve andando solo, con el grupo de luz más cercano a varios cientos de metros delante de mi, es más probable que los animales se acerquen.
Aún de noche cerrada y lloviendo, entablé una -muy breve- conversación con una chica que venía con un ritmo ágil y me ayudó a orientarme en un cruce de carretera mal señalizado. Llevaba 32 días caminando. Ralentizó su marcha para ir a mi paso cuando afrontamos una de las empinadas cuestas del comienzo. Le agradecí y la liberé para que pudiera seguir su ritmo. Más adelante estaba descansando en un recodo mientras acariciaba un gato. Su experiencia en el Camino ha de haber sido excepcional.
Hay que tener cuidado con los Westies.
Los caballeros Templarios (de la nominada «Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón«), a cargo de la seguridad en las rutas hacia Jerusalén, fueron durante un tiempo también los encargados de la protección de los peregrinos. El rey de Asturias Alfonso II El Casto fue quien, en el siglo XII, inició y promovió el culto al Apóstol Santiago y la peregrinación al lugar de su tumba, Santiago de Compostela. Los peregrinos fueron aumentando en número y se empezaron a construir infraestructuras para alojarlos y protegerlos. A lo largo del camino hay varias construcciones atribuidas a los Templarios.
Esta última etapa también la hice con mi mochila a cuestas. Creo que era la forma apropiada de acabar el camino. Usé el 95% de lo que llevé conmigo, y no eché en falta realmente nada. Estuvo bastante acertado. La próxima vez lo que haré será reducir sensiblemente el tamaño de los recipientes.
Al irme adentrando en el casco viejo de Santiago se nota más excitado el río de peregrinos. Es un momento muy bonito cuando se llega con el sonido de la gaita a la plaza del Obradoiro. No experimenté un sentimiento místico o la alegría exacerbada que algunos describen; simplemente la satisfacción de haber hecho algo bien -cuidado, que eso para nada es poco. Sí que uno se contagia de la alegría de los peregrinos que van llegando poco a poco a culminar su Camino. Se ven escenas donde se adivina que los peregrinos que se saludan y congratulan han coincidido en algún momento anterior del camino. Es una plaza que rebosa satisfacción. Algunos peregrinos lloran.
E ao final, é unha gran aventura onde superamos retos físicos, pero os retos espirituais que nos fan crecer como persoa teñen aínda máis impacto. Esa é a esencia do Camiño.
Tras una larga cola (~30 min.) pude acceder al interior de la Catedral. Estaba a rebosar, por lo que cerraron las puertas al poco de entrar yo. Algo que yo ignoraba es que el Botafumeiro («Turibulum Magnum«) no se usa todos los días. Daba por hecho que lo iba a ver, pero sólo se usa en determinadas solemnidades o cuando alguien paga por hacerlo volar. Es decir, hay muchas posibilidades de que si vas a una misa de peregrino, no lo veas en acción. En mi caso fui, de nuevo, muy afortunado: una organización de Los Ángeles que culminaba ese día el Camino -no recuerdo cuál- sufragó el coste y lo pudimos disfrutar todos los presentes.
El Botafumeiro está hecho en latón bañado en plata, mide 1.50 m. y pesa 65 Kg. en vacío. La cuerda mide 65 m. (en total) y es operada por 8 personas («tiraboleiros«) que se cuelgan de ella a la vez tirando en el momento adecuado para incrementar el ángulo de vuelo del Botafumeiro. LLega a subir más de 20 metros en vertical y se desplaza a unos 70 Km/h. El vuelo es breve, de unos 90 segundos en total.
Sonaba el magnífico órgano de la Catedral mientras volaba, el olor que desprendía, el «whooosh» que sonaba en cada arremetida.. una experiencia impactante.
A la conclusión de la misa, es momento de ir a presentar los respetos al Apóstol Santiago. Los escalones que conducen a la estancia abovedada que alberga su estatua detrás del altar de la Catedral están desgastados por la pléyade de peregrinos que los han pisado a lo largo de los siglos.
Aunque no soy persona de convicciones religiosas, al abrazar al Apóstol me sentí reconfortado y me salió decir «Tate«. No tengo mucha idea de por qué dije eso, ni de dónde viene esa familiaridad con el Señor Apóstol, pero así es como fue. De ahora en adelante es el Tate Santiago para mí 🤷🏻
La Cruz de Santiago flanquea el sepulcro subterráneo situado debajo de la estatua del Apóstol.
El altar de la Catedral de Santiago está profusamente labrado y se puede ver cómo los peregrinos pasan constantemente para abrazar al Apóstol.
El mecanismo de sustentación del Botafumeiro es una polea giratoria anclada a los cuatro pilares que sostienen la bóveda principal.
El órgano de la Catedral es de una belleza abrumadora. Construido a partir de 1527, ha sido enriquecido sucesivamente a lo largo de los siglos, hasta conformar una pieza única del Barroco cuyos tubos vuelan sobre la nave principal.
Definitivamente la Catedral de Santiago es una maravilla, de las más bonitas que he visitado, y ya llevo unas cuantas en Europa y en América.
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