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No alcanzo a expresar el asombro y regocijo que experimenté cuando me invitaron a pasar un fin de semana en un hotel flotante en el Lago Gatún. Fue sencillamente alucinante estar en medio de la selva tropical panameña en medio de la noche… en silencio y completa oscuridad. El cielo estrellado sin focos de luz en decenas de kilómetros alrededor es maravilloso. Los sonidos de la selva, estremecedores. Una de las mejores experiencias de mi vida.
Adentrándonos en la selva
La Ciudad de Panamá se encuentra en la costa del Océano Pacífico, y el Lago Gatún en la costa del Océano Atlántico. Así que nos llevaron en una lancha recorriendo el Canal de Panamá, navegando entre los numerosos barcos que realizaban el recorrido del canal.
El canal es literalmente un surco de proporciones épicas que excavaron de una costa a otra atravesando una selva tropical absolutamente densa. Con anterioridad habían vías fluviales y caminos que se usaban por los lugareños para desplazarse, pero literalmente una vez uno se adentra en la selva, la vegetación tan tupida hace que parezca que está a punto de anochecer.
Al ser una construcción artificial, el curso del canal no ha de salvar ningún accidente orográfico -como una cascada o similar-. El desnivel entre los océanos se salva a través de las tres exclusas dispuestas a lo largo del canal, y se hace de forma controlada, con lo que en un día normal el canal no tiene una corriente fuerte, ni tampoco tiene olas -ni siquiera ondulaciones-. Las únicas perturbaciones del agua las provocan las embarcaciones al desplazarse.
El trayecto estuvo aderezado con pequeñas paradas que el capitán hacía para mostrarnos la flora y fauna de la selva. Cuando el motor de la lancha se paraba, algunos animales se mostraban e incluso se acercaban a la lancha.
Los visitantes más atrevidos fueron los monos cariblancos (Cebus capucinus), también conocidos como monos capuchinos de cara blanca. Son pequeños, de color marrón claro o beige, con la cara blanca, y son muy activos y curiosos.
Una madre con su cría no tuvo problema en subirse a la lancha a recoger el trozo de banana que el capitán le ofreció. Podríamos estar 10 o 12 personas en la lancha pero eso no le amedrentó.
Por supuesto también hay cocodrilos observando, están en su hábitat perfecto con aguas con poca corriente y una multitud ingente de mamíferos pululando alrededor. En una parada nos encontramos unas crías de cocodrilos de poca edad. Los cocodrilos abandonan a sus crías, por lo que durante un cierto tiempo son presa de otros predadores.
Un hito de la fauna para mi fue encontrarme con un mono perezoso (Choloepus hoffmanni) por primera vez en la vida, porque hay algo de él en mi los domingos por la tarde. Sus movimientos eran a 0.5x, y ya le pudimos ofrecer todas las bananas que teníamos que el tipo/tipa no se estresó para nada y se quedó allí, observándonos.
Los perezosos son endémicos de Centro América y algunas zonas de Sudamérica, con lo que me considero -otra vez- un tipo con suerte. Aún me falta ver un lemur Indri, y los baobabs, por lo que tendré que planear -por fin- un viaje a Madagascar.
Casa flotante
Lo que yo viví allí es algo que todo el mundo debería experimentar al menos una vez en la vida. Como otras muchas cosas, si. Pero pasar una noche en medio de la selva es, sin duda, una de ellas.
Mi privilegio tuvo lugar en el Jungle Land Panama Floating Lo, un hotel flotante en un ramal apartado del Lago Gatún, ubicado literalmente en medio de la nada. En el momento de escribir esta entrada de la web parece que no sigue estando activo como alojamiento. Es una verdadera pena. Y no es la primera vez que visito lugares absolutamente alucinantes y al cabo del tiempo ya no existen más o no están disponibles. Nota mental: viaja a tus lugares pendientes tan pronto como puedas. Nunca se sabe.
La ventaja de estar en una casa flotante en medio de la selva es, para primerizos como yo, saber que cualquier cosa que sea lo que emite esos sonidos en medio de la noche, no se va a poner a nadar en el lago para subirse a la casa flotante. La sensación de tranquilidad no sería la misma al pernoctar en una casa en tierra firme, y ya no digamos en una tienda de campaña. Así que la casa flotante fue una elección perfecta.
La casa está equipada con varias habitaciones de huéspedes y la comida se servía en una zona común al aire libre.
Fauna
La flora y fauna del entorno es alucinante. Más allá de lo tupida que resulte la jungla panameña, el elenco de animales que alberga es excepcional. Lo que es ver, se ven relativamente pocos animales en comparación con los animales que se oyen. El concierto nocturno que comienza al atardecer es espectacular. No logré ver a ningún mono aullador (Alouatta palliata), pero lo que es oírlo, lo oí. A un grupo de 5 o 10 monos a los que les dio por rodear la casa flotante a eso de las 2 de la mañana. O eso me pareció a mi jejej.
El Mono Titi o Tamarino de Geoffroy es un animal muy peculiar.
Es muy curioso, y tiene un aspecto muy fiero.
Pero claro, como no levanta un palmo del suelo, pues se le puede dar banana tranquilamente. Un tipo simpático.
También pudimos ver un mono ardilla, en peligro de extinción, que el dueño estaba cuidando en la casa para protegerlo de los predadores.
Y como traca final, la sensación de la piel de una serpiente rozándote en el cuello. No era la primera vez que lo hacía -en 2006 sostuve otra serpiente incluso de mayor tamaño en Key West- pero como es algo tan inusual, la sensación de la piel escamada de la serpiente sigue poniéndome los pelos de punta. Mola.
Excursión en kayak a cascada
Todos los clientes de la casa excepto nosotros vinieron a hacer sólo la excursión de día, que incluía una excursión en kayak a una catarata en medio de la selva.
Los canales por los que transitamos en el kayak eran bastante angostos y nos atrancamos un par de veces esperando a que el monitor despejase el paso. Seguro que había algún tipo de animal reclamando para sí mismo el sitio por el que teníamos que pasar.
Alcanzamos la cascada tras un buen rato de palas y resultó ser un rinconcito idílico. El agua que bajaba era cristalina -aunque la laguna tenía el fondo de fango- y había la suficiente profundidad para encaramarse en la cascada y saltar.
Como el resto de la excursión tenía que volver a la Ciudad de Panamá, el monitor muy amablemente nos indicó como encontrar el camino de vuelta en el kayak -tampoco había forma de perderse- y quedó en que si a una hora determinada no habíamos vuelto, vendría a por nosotros. Se fueron todos en sus kayaks y nos dejaron este rinconcito del planeta para nosotros solos.
Pues si, estas cosas ocurren también en la vida real a gente común y corriente, como yo. ¡Qué maravilla!.
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