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El Museo de Arte Moderno (MoMA) es un destacado centro cultural ubicado en el corazón de Manhattan, Nueva York, que se ha ganado una reputación mundial como uno de los museos de arte contemporáneo más influyentes.
En 2004, y debido a las obras de renovación del museo, se exhibió una buena parte de su colección en la Neue Nationalgalerie de Berlín, en una exhibición que se llamó «Das MoMA in Berlín«. Me la perdí, pero años más tarde la vida me dio la oportunidad de disfrutar el original.
De arte no entiendo. Y de arte moderno, aún menos que nada. Hay obras muy famosas a las que no les encuentro ningún atractivo. Otras, que directamente me parecen una tomadura de pelo que se fue de las manos. Y finalmente, tenemos las que sospecho que forman parte de un ciclo de lavado de dinero porque si no, no tienen explicación. Si, banana con esparadrapo, a ti te estoy mirando.
Por otro lado, hay obras que me atrapan cuando las veo aunque, racionalmente, no les encuentro un mérito singular. Son cuatro rayajos ahí en el papel. Pero me atrapan. Y me gusta imaginarme qué fue lo que le pasó al artista en su cabeza para concebir semejante chaladura -ejem! genialidad, quería decir. No puedo evitar pensar, como tantos otros ignorantes, que eso lo podría haber pintado yo en un día lisérgico lo suficientemente creativo. Pero resulta que no se me ocurrió a mi, sino a ese artista. Schopenhauer nos ilumina:
"Por lo tanto, el problema no es tanto el de ver lo que nadie ha visto todavía, sino el de pensar en el caso de algo visto por todos lo que nadie ha pensado todavía"
Sobre las interpretaciones esotéricas, significados ocultos, simbología arcana y demás cualidades cósmicas que se le atribuyen a algunas obras del arte contemporáneo, en general me resultan fácilmente olvidables. Me resulta curioso establecer un patrón reconocible entre las circunstancias vitales de un artista y cómo eso influyó en su obra. Pero no comulgo con la fascinación e idolatría a un artista por nosequé supuesto momento de clarividencia donde el fondo violeta representa el superyo del inconsciente gritando al cosmos la inherente futilidad de la consciencia sumergida en el magma deletéreo. Por supuesto, Woody Allen lo supo plasmar mejor.
El jardín de las esculturas (Sculpture garden)
Este espacio al aire libre, diseñado por Philip Johnson en colaboración con el paisajista James Fanning, ofrece un respiro sereno y contemplativo que complementa la intensidad del arte moderno dentro del museo.
Rodeado por las estructuras modernas del MoMA, el jardín se convierte en un escenario perfecto para la exhibición de obras escultóricas que abarcan diversas corrientes artísticas y épocas.
5o Piso // 1880 – 1940
El quinto piso del Museo de Arte Moderno (MoMA) es un espacio dedicado a la exhibición de una rica colección de obras maestras del arte contemporáneo. Este nivel, que abarca diversas formas de expresión artística, ofrece a los visitantes una experiencia inmersiva en la creatividad y la innovación que caracteriza al arte moderno. Desde pinturas hasta esculturas y medios audiovisuales, el quinto piso del MoMA presenta una panorámica ecléctica que captura la diversidad y la evolución del arte en el siglo XX y XXI.
La colección del quinto piso incluye obras icónicas que han dejado una huella indeleble en la historia del arte contemporáneo. Pinturas revolucionarias, como «Les Demoiselles d’Avignon» de Picasso, revelan la ruptura de paradigmas y la exploración de nuevos territorios estéticos. Esculturas emblemáticas, como las de Giacometti y Calder, dan vida al espacio con su presencia tridimensional, desafiando las convenciones y redefiniendo las posibilidades de la forma escultórica.
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«El Bañista» de Paul Cézanne es una obra cumbre del impresionismo y un testimonio elocuente de la maestría artística de este influyente pintor francés. Pintada entre 1885 y 1887, la obra destaca por su enfoque innovador en la representación del cuerpo humano y la naturaleza circundante. La figura central, un bañista masculino, es capturada en una postura monumental, fusionando líneas y colores de manera única para transmitir una sensación de forma tridimensional.
La paleta de colores de Cézanne en «El Bañista» revela su destreza en la aplicación de tonos y matices, creando una luminosidad sutil que infunde vida a la escena. Los trazos expresivos y las pinceladas audaces muestran la transición del impresionismo hacia las exploraciones posteriores del arte moderno. La interacción entre la luz y la sombra en la composición resalta la habilidad de Cézanne para revelar la estructura y la textura de la piel y el paisaje, evidenciando su búsqueda incansable de capturar la esencia de la realidad a través de la pintura. «El Bañista» es, sin duda, un hito en la carrera de Cézanne y una joya en la corona del arte impresionista.
«La Semilla de los Areoi» de Paul Gauguin, pintada en 1892, se erige como un fascinante ejemplo de la obra maestra del artista postimpresionista. Esta obra, que forma parte de su serie tahitiana, revela la destreza única de Gauguin para fusionar la realidad con la imaginación y la simbología. La paleta de colores vibrantes, característica distintiva del estilo de Gauguin, sumerge al espectador en un paisaje tropical exuberante, donde los tonos cálidos y los contrastes intensos crean una atmósfera misteriosa y seductora.
Presenta una narrativa simbólica compleja, típica de la obra de Gauguin. La figura central, una mujer tahitiana, sostiene en sus manos la «semilla» que simboliza la fertilidad y el misterio de la vida. Los elementos iconográficos, como las figuras mitológicas y los tótems, añaden capas de significado, invitando a una interpretación profunda de la relación entre la humanidad y la naturaleza. Gauguin, inmerso en la cultura y la espiritualidad tahitianas, utiliza la pintura como medio para explorar su visión personal del paraíso y la conexión entre lo divino y lo terrenal.
La técnica distintiva de Gauguin, que incorpora contornos audaces y formas simplificadas, contribuye a la sensación de exotismo y ensoñación que permea la obra. La yuxtaposición de elementos figurativos estilizados y elementos naturales evoca una sensación de armonía primitiva, transportando al observador a un universo paradisíaco. «La Semilla de los Areoi» es, en esencia, una ventana a la mente visionaria de Gauguin y una manifestación artística de su búsqueda incesante de la esencia espiritual y la expresión simbólica en la pintura.
«Noche Estrellada» de Vincent van Gogh, pintada en 1889, se presenta como una obra maestra que encapsula la visión única y apasionada del artista. Este icónico cuadro muestra un cielo nocturno turbulento sobre un tranquilo pueblo, fusionando elementos imaginarios con la realidad. La sinfonía de tonos azules y amarillos, característica distintiva de Van Gogh, crea una atmósfera vibrante y conmovedora. Los remolinos de las estrellas y la espiral del cielo nocturno revelan la intensidad emocional del artista, transmitiendo una sensación de inquietud cósmica.
La pincelada expresiva y la textura palpable en «Noche Estrellada» son representativas del estilo posimpresionista de Van Gogh. La utilización audaz de colores y la estructura sinuosa del cielo capturan la energía y la tormenta emocional que embargaban al artista en ese momento de su vida. La presencia de la iglesia y las casas en el pueblo contrasta con la naturaleza tumultuosa del cielo, creando una tensión que añade profundidad narrativa a la obra. «Noche Estrellada» no solo es una expresión visual de la fascinación de Van Gogh por la naturaleza y el cosmos, sino también un testimonio de su capacidad única para plasmar la emoción humana en cada pincelada.
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«Les Demoiselles d’Avignon,» pintado por Pablo Picasso en 1907, marca un hito trascendental en la historia del arte moderno. Esta obra maestra cubista se caracteriza por la audacia de su enfoque estilístico y la ruptura radical con las convenciones artísticas de la época. Picasso presenta cinco figuras desnudas con rostros máscara, fusionando influencias africanas e ibéricas en una representación que desafía las nociones tradicionales de belleza y forma. Los cuerpos geométricos y las líneas angulares reflejan la influencia del arte africano y oceánico, mientras que la descomposición de las formas revela el surgimiento del cubismo, un movimiento que transformaría la percepción visual y conceptual del arte en el siglo XX. «Les Demoiselles d’Avignon» no solo representa un cambio sísmico en la evolución estilística de Picasso, sino que también actúa como un catalizador para las futuras exploraciones artísticas, consolidando su posición como un ícono indiscutible de la vanguardia artística.
«La Gitana Dormida», pintada por Henri Rousseau en 1897, es una obra que destaca por su enigma y exotismo. Rousseau, autodidacta en el arte, crea una escena onírica en la que una gitana yace en un paisaje desierto, acompañada por un león. La paleta cromática rica y vibrante refleja la fascinación del artista por el Oriente y la representación de lo salvaje. La gitana, con su vestimenta exuberante, y el león, símbolo de ferocidad y serenidad yuxtapuestos, forman un contraste intrigante. Rousseau logra una fusión única de realismo e imaginación, creando una pieza que captura la atención por su misterio y su habilidad para transportar al espectador a un mundo de ensueño. «La Gitana Dormida» perdura como una joya en la colección del arte naif, testimoniando la capacidad de Rousseau para plasmar la fantasía y la realidad en una obra maestra atemporal.
«Muchacha con Mandolina» es una obra maestra creada por Pablo Picasso en 1910, encapsula la revolución artística del cubismo. La pintura presenta a la modelo Marcelle Humbert, conocida como Eva, descompuesta en formas geométricas y facetas múltiples. La mandolina, un elemento central, se simplifica en líneas angulares y planos, reflejando la influencia del arte africano en la estética cubista. El uso audaz del color y la descomposición de la figura humana evidencian el rompimiento de Picasso con las convenciones artísticas tradicionales. «Muchacha con Mandolina» es emblemática del período analítico del cubismo, donde Picasso y Braque desafiaron la representación visual convencional para explorar la multiplicidad de perspectivas. Esta obra no solo es un testimonio de la genialidad de Picasso en su exploración artística, sino también un ícono duradero que marcó un cambio fundamental en el curso del arte moderno.
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«Hope II» (Esperanza II), pintado por Gustav Klimt en 1907-1908, es una obra maestra que forma parte de su período dorado y simboliza la transición del simbolismo al modernismo. La pintura presenta a una mujer embarazada en un entorno que fusiona elementos alegóricos, decorativos y simbolistas. El cuerpo de la mujer está adornado con motivos decorativos característicos de Klimt, que se entrelazan en un diseño intrincado y ornamental. La gama de colores cálidos y la aplicación de láminas de oro, típicas del estilo distintivo de Klimt, crean una sensación de lujo y espiritualidad. La figura central, envuelta en un aura de misterio, refleja la exploración de Klimt sobre temas como la vida, la muerte y la continuidad a través del embarazo. «Hope II» no solo es una muestra magistral de la habilidad técnica de Klimt y su estilo único, sino también una pieza que invita a la reflexión sobre la condición humana y la conexión entre la vida y la esperanza.
«El Parque» (1909-1910), una obra inigualable de Gustav Klimt, refleja su maestría en la representación de la naturaleza y la fusión distintiva de elementos simbolistas y modernistas. Nueve décimas partes de «El Parque» son una masa sólida de follaje, por lo que si no fuera por los troncos de los árboles y las franjas de hierba en la parte inferior, esta composición sería totalmente abstracta. La cuidadosa atención al patrón y la forma, así como la integración de elementos decorativos, son emblemáticos del estilo único de Klimt. «El Parque» no solo celebra la belleza de la naturaleza, sino que también exhibe la síntesis magistral de la ornamentación y la expresión artística que caracteriza la obra del maestro vienés.
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«I and the Village» («Yo y el pueblo»), una obra maestra creada por Marc Chagall en 1911, representa una fusión única de elementos folklóricos y modernistas que capturan la rica narrativa de su infancia en Vitebsk, Bielorrusia. La pintura, realizada durante el apogeo del cubismo, muestra un complejo entrelazado de formas y colores que crean una escena lúdica y onírica. Chagall utiliza la técnica del collage visual, desafiando las convenciones artísticas convencionales y ofreciendo una representación simbólica de la dualidad entre el mundo real y el imaginario. La presencia de la figura flotante, la cabra, la cara y otros elementos icónicos conecta la obra con las tradiciones folklóricas y las vivencias personales de Chagall, proporcionando una ventana única a su visión artística y su complejo sentido de identidad arraigado en el folclore y la vida rural de su juventud.
«El Vaso de Absenta«, una escultura creada por Pablo Picasso en 1914, constituye una expresión escultórica única del periodo cubista del artista. La obra presenta una representación tridimensional de un vaso de absenta, una bebida asociada con la bohemia artística de la época. Picasso, junto con Juan Gris, exploró la descomposición y reconstrucción de formas en esta escultura, utilizando fragmentos geométricos para representar tanto el objeto como el espacio circundante. Los planos angulares yuxtapuestos crean una sensación de dinamismo y dislocación visual, capturando la esencia de la experimentación cubista. «El Vaso de Absenta» se destaca como una muestra magistral de la innovación de Picasso en el ámbito escultórico, fusionando su destreza técnica con la vanguardia artística del cubismo para ofrecer una reinterpretación única de un objeto cotidiano.
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«Danza I«, una pintura creada por Henri Matisse en 1909-1910, se destaca como una obra paradigmática del fauvismo y una expresión vibrante de la pasión y la vitalidad humanas. La obra representa cinco figuras estilizadas que forman un círculo en una danza frenética y armoniosa. Matisse utiliza colores intensos y audaces, característicos del fauvismo, para expresar la emoción cruda y la energía del momento. La simplificación de las formas y la eliminación de detalles superfluos reflejan la influencia de las artes africanas en la obra de Matisse. «Danza I» es una celebración de la expresión corporal y la comunión humana, donde la amalgama de colores, formas y movimiento convergen en una obra maestra que trasciende las convenciones artísticas de su tiempo, consolidando a Matisse como un revolucionario en el panorama artístico del siglo XX.
«Mujer en un Taburete Alto«, una pintura creada por Henri Matisse en 1914, se destaca como una obra emblemática del período del Cubismo analítico del artista. En esta representación, Matisse desafía las convenciones visuales al descomponer la figura femenina en formas geométricas y fragmentos angulares. La figura, sentada en un taburete alto, se distingue por líneas y contornos que expresan una simplificación extrema, característica del lenguaje cubista. Matisse utiliza una paleta restringida, centrada en tonos tierra y grises, para resaltar la estructura formal y la experimentación estilística. «Mujer en un Taburete Alto» muestra la capacidad de Matisse para adaptarse y explorar diversas corrientes artísticas, demostrando su versatilidad y contribuciones significativas al desarrollo del arte moderno.
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«Red de Paradas» (Network of Stoppages), una obra creada por Marcel Duchamp en 1914, representa una innovación revolucionaria en la exploración de las posibilidades del azar y el papel del artista en la creación artística. Duchamp experimenta con la técnica del azar utilizando un hilo que cae desde una altura determinada sobre un lienzo previamente preparado con parches de papel. Los lugares donde el hilo se posa forman las «paradas» o detenciones, generando una red de formas abstractas y desconcertantes. Esta obra encarna la filosofía duchampiana de cuestionar la autoría y el control del artista sobre la obra, introduciendo elementos de azar y contingencia en el proceso creativo. «Red de Paradas» destaca por su audacia conceptual y su papel seminal en el desarrollo del arte conceptual y la abstracción, marcando un punto de inflexión en la evolución del arte del siglo XX.
La obra «La Bicicleta Gramínea Adornada con Campanas, los Gazapos Manchados de Fuegos Fatuos y los Equinodermos Curvando la Espina en Busca de Caricias«, creada por Max Ernst en 1921, es un ejemplo paradigmático del enfoque dadaísta y surrealista del artista.
A Ernst le fascinaban las imágenes microscópicas, que empezaron a difundirse ampliamente a principios del siglo XX. En este caso, creó un repintado a la ambiciosa escala de la pintura al óleo tradicional utilizando un gráfico didáctico disponible en el mercado. Ernst invirtió el póster encontrado, que contiene vistas ampliadas de células de levadura de cerveza, y pintó selectivamente un fondo negro. A continuación pintó engranajes y bandas, así como detalles humanizadores como ojos, narices, extremidades y bigotes, para crear un circo virtual de equilibristas, payasos y ciclistas. La inscripción confiere divertidas connotaciones sexuales a los pelos, orificios y protuberancias de estos microorganismos.
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