– En realidad, tío, a estas alturas todo me da un poco igual. Creo que la indiferencia es la forma más racional de afrontar todo lo que está ocurriendo, esta puñetera película kafkiana en la que se ha convertido este mísero mundo. Bueno, no, ¡qué coño! Puestos a ser racionales, lo más lógico sería meterle un bombazo a este pueblucho de mierda con nosotros dentro y acabar con todo de una vez. Sí, joder, no te rías. Los dos lo sabemos. No estoy en plena efervescencia catastrofista, hostia. Simplemente, el ser humano no está preparado para esta locura. No tienes más que mirar a la cara de la gente. A esos de ahí. Desencajados. Medio idos. Seamos cabales, acabemos con la locura, con todos estos locos de mierda. Y no me mires así, que me cortas el rollo Club de los poetas muertos, gilipollas. ¿No te das cuenta de que sería un acto supremo de compasión cristiana? Tú precisamente deberías darte cuenta mejor que nadie. ¡Je!
– Y bueno, ¿qué más da? Para hacer eso haría falta estar convencidos de que eso cambiaría algo, y ya sabemos cuál es la respuesta. Mientras, disfrutemos de esta Coca-cola tan fresquita, ¿qué te parece? Tiene gracia que se haya convertido en un lujo, ¿no crees? ¡Jaja! Ahora que lo pienso, ¡tiene mucha más gracia que sea un lujo que, después de todo lo pasado, yo me pueda permitir! ¡Las vueltas que da la vida! ¡Jaja! Y, si nos animamos, me llego por la calle Targa y pillo alguna botellita de güisky de verdad… ¿qué te parecería un Juan Brevas? Viendo lo que nos queda por delante, y las probabilidades que tenemos, ¡eso sí que sería una buena celebración! Mmm ¡Coca-cola y Juan Brevas en una misma noche! ¡Menudos fastos!.
– Puta, no me acordaba de lo lechuguino que eres, ¿a eso llamas tu una celebración?. Tantos remilgos. Cuando se te pone esa cara de monaguillo con ojos de cordero degollado es que no te aguanto, tío. Yo te quito la tontería esa que tienes encima, ¡vamos!, como que me llamo Marcelo. Aunque nos tengamos que beber tres garrafas de aguarrás de rata que hacen por ahí abajo a base de patatas. Vamos a por un cocktail que nunca falla: un buen melocotón y aroma de teta. Es el mejor quitapenas que conozco, ¡venga, vamos! ¡Je! Pensándolo mejor, vamos a dejarlo en dos garrafas, porque ya que pagamos la fiesta, tendremos que dar el do de pecho. Incluso un par de veces, si nos da, que la casa no repara en gastos –me guiñó un ojo- ¡Vamos, hostias, quita esa cara de apollardao que me entran ganas de partírtela! Y salgamos de dudas, porque todavía me estoy pensando que eres medio maricón. Porca miseria, lo que me faltaba. Mirá vos, por tu bien y por el mío, mejor será que hoy te folles a un par de tías de aliento aguardentoso. Puto maricón. Yo a ti te entiendo. ¡Eh niño! ¡qué se debe por aquí? ¡Date prisa, coño, que no tengo todo el día!.
Sé que le ponía nervioso que lo mirase sin decir nada. Pero tampoco tenía algo importante que decir. Además, en aquellos momentos, me importaba poco cómo se sintiese.
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